Incorporación de ideas de activistas a los partidos.
En Disidentia escribe:
En A Theory of Political Parties, (2012) Kathleen Bawn y sus coautores ofrecen una explicación para esta actitud. La política habría sufrido una fuerte reideologización porque los partidos, en su búsqueda de atajos hacia el poder, han descubierto que ganan votos más rápida y fácilmente incorporando las ideas de los activistas bien organizados que elaborando y defendiendo las suyas propias. De esta forma, obtienen los votos de numerosas facciones y sólo pierden el respaldo de los ciudadanos capaces de procesar la información, resistir la abrumadora propaganda y vencer el miedo al qué dirán, un tipo de votante al que los partidos desprecian por creer, erróneamente, que es muy minoritario
Esto ha obrado un efecto perverso: los programas coinciden cada vez más con los intereses de los activistas y se alejan paulatinamente de las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos.
No es una teoría descabellada. Los sucesivos Barómetros del CIS, donde se encuestan las principales preocupaciones de los ciudadanos, parecen validarla. Estos barómetros revelan mes tras mes que los asuntos en los que más énfasis ponen los partidos no se corresponden con las preocupaciones abrumadoramente mayoritarias.
Un ejemplo paradigmático es el cambio climático. Omnipresente en los discursos políticos y elevado por los partidos a la categoría de emergencia apocalíptica, en realidad el cambio climático ocupa la posición nº20 entre las preocupaciones de los españoles. Lo mismo ocurre con la también omnipresente violencia de género, esa supuesta “lacra social” que ni siquiera está entre las 20 principales preocupaciones ni de los varones… ni de las mujeres.
Interés general es muy difuso el particular es mucho más claro
Dicen en Disidencia:
Para explicar esta disonancia cognitiva, además de la teoría de Kathleen Bawn, existe La lógica de la acción colectiva, de Mancur Olson. Muy resumidamente, La lógica de la acción colectiva advierte que los grupos pequeños suelen ser muy eficaces porque persiguen beneficios directos e inmediatos fácilmente apreciables individualmente. Frente a estos grupos, con fuertes incentivos y muy conscientes de sus objetivos, la sociedad se presentaría desorganizada, con intereses muy dispersos y con el incentivo del “bien común”, que es muy general y cuyos beneficios, a priori, resultan bastante imperceptibles porque han de dividirse entre decenas de millones de individuos.